PARTE CINCO LA NOCHE DE POCA LUZ





LA NOCHE DE POCA LUZ 

El sol alumbraba el verde del bosque que fuego hacía con sus ojos  y brillaba sobre su cabello lacio  y largo  con el color del chocolate, porqué recogía Belius ésa mañana la poca cosecha qué colocaba en su cesto aún agradeciendo con una sonrisa que vacía no se hallaba su despensa; creía que en algún momento sus vidas cambiarían e insistía en luchar, aun cuando todo se convertía en llanto.


 En  finos pedazos cortada el queso de rico sabor, y una melodía con su silbido agudo entonaba  lejos de que tenía una compañía que por días le seguía; y observaba, siendo para  el Vernugem un recuerdo agradable al oír su cantar, porque reconocía él en su pasado que era su cántico un alivio para sus tormentas.


Conociendo Gabriel por los días qué pasaban al contemplar su presencia, como la dulce niña se convertía en mujer siendo una doncella valiosa, y hermosa, pero no miraba Gabriel la pureza de su alma y la joya que había en ella, por qué lo material era de su importancia, y Belius era de un vestir tosco y humilde lejos del  oro y un vestido de telas costosas, y suaves, pero aún así reflejaba el brillo qué había en su corazón aparte de su hermosura. 


Sentada a la mesa disfrutaba de la rica cena siendo la espera de su familia larga y tormentosa, empezaba a pensar qué sería bueno buscar a Anielka ya qué Y Hardd siempre había mucho que hacer, sólo una vez había pisado el suelo del templo pero su estadía no había sido larga; atravesando ésa tarde los rayos del sol por su ventana mientras veía el sol ocultarse tras la montaña, sabía qué otra noche pasaría sola lejos del calor de su amado hogar; y no quería pasar por otro día qué no pudiera hablar o sentir compañía. 


Colocando su desgastada capa salía por él sendero no temiendo al lobo o el oso, porqué solía caminar en medio de la noche para poder dejar sus frustraciones lejos de casa para qué así papá o mamá no lo notarán, bastante caminó había cruzado ya por el largo bosque cuando un recuerdo le incomodaba de qué algo había quedado mal, su ventana la misma qué le permitía ver el sol salir y ocultarse, cómo también las noches de incontables estrellas poder observar aún permanecía abierta, lo qué para Gabriel era una oportunidad. 


Al escalar sin dificultad y conocer lo que para él era  funesto y lejos de su vanidad, porque estaba rodeada de humildad la pequeña casa de piedra y madera, lo qué llevaba al varón a hacerse interrogantes por los recuerdos de la prestigiosa casa qué una vez había convivido con ellos— ¿Cómo se puede vivir tan arruinado, no hay aquí una fragancia que me inspire? —se hacía preguntas al descender por las rústicas gradas, mientras su altura rozaba el techo del primer nivel. 


Una casa con pocas comodidades, un suelo fuerte y firme en rocas era lo único que  descubrió Gabriel, siendo funesto para el no encontrar una  pista de su secreto; observaba  fijo la puerta de uno de los aposentos que mantenía bajo llave, volviéndose un infortunio el volver a escuchar  el silbido agudo y hermoso de su voz, sabía en ése momento qué si subía e intentaba bajar por la ventana era igual a quedarse allí y esperar, pero era preferible para Gabriel intentar huir y no poner sobre aviso a ninguno de ellos. 


Intentó qué sólo se volvía un fracaso para él, al golpear la puerta del dormitorio contra uno de los cajones lóbregos, golpe qué obligaba a la jovencita subir con rapidez y pisar el suelo de su cuarto, con la sensación y resquemor de sentir algo más mientras sus ojos estaban fijo hacia la ventana, quedándose paralizada al pensar, si debía dar un movimiento para mirar lo qué le esperaba a su espalda. 


Había escuchado la puerta ajustarse y el ruido de sus pasos, como también su respirar sobre ella, pasando por su cabeza qué era un bandido o un fantasma uno qué era su fragancia como él pino, mezclado con el dulce de las almendra, siendo la única manera de saber lo que le acechaba girar su mirada hacia el desconocido visitante, uno qué cambiaba su semblante por él del temor. 


Su máscara y su traje era para ella tan familiar cómo su casa, siendo claro para ella  por el aroma de su fragancia qué era él Vernúgem que sé había vuelto su peor pesadilla, sólo guardando un absoluto silencio al asombro que sentía mientras le observaba con un rostro indefenso, y frágil. 

—Has crecido hija de Jeremía, la última vez que te vi eras una niña, y cantabas como los pájaros al entonar cuando sale el sol.—Volvió Belius a escuchar el sonido de sus voz, cuál era igual de hermoso, despojándose el Vernúgem de su máscara mientra se acercaba y rozaba su mejilla, con su mano aún cubierta por el guante —¡Causó miedo en ti!


Preguntaba con ironía al ver su temblar, cavilando ella en su interior  qué sí era su Gabriel, uno qué una vez amó  y tenía cómo su ángel guardián, su rostro era el mismo aún con la madurez ya plasmada en él.


 —¿No te gusta la idea de que viejos amigos  se hagan presentes otra vez ? ¿O no recuerdas cuántas veces custodiaba tu carruaje?—le incomoda su silencio qué le llevaba a ser mordaz. —Si, ahora lo entiendo, has cambiado eres burda  ya no eres la niña delicada que solías ser. 


 El palpitar acelerado del corazón hacia su respirar agitado, por la zozobra de saber lo que habría de venir a su casa. 


—Mi corazón se paraliza de alegría, si despertara y sólo fuera una de tantas pesadillas que he tenido en mi vida. --respondía todas sus preguntas, con una sola elección. 


—  Pero no soy una de ellas  soy tan real, como las lágrimas que están brotando de tus enormes y verdes ojos, lo que tengo que decir lo diré a tu padre, no con la débil Belius, que está apunto de besar mis pies con súplicas. 


Dejaba el Vernugem brotar cuán diferente era, palabras qué eran suficientes para sublevar a la muchacha qué mucho había cambiado; mostrando a Gabriel cuanto le había herido al escupir sobre su cara cómo muestra de repudio y qué ya no lo amaba más, limpiando el Vernugem su rostro con la reacción de la irá qué se sentía en su fuerte respirar. 


—Tu ofensa es la de una niña tonta, jovencita. 


Le burlaba del mismo modo como si no le hubiera causado enojo su acto, llevando a la muchacha a actuar con locura al abrir la puerta de su cuarto y descender, correr qué cesaba Gabriel con sus palabras. 


— No seas tonta, si  sales de casa yo esperaré el regreso de tu padre, y les haré mucho más daño de lo que pensaba hacerles. 


 Conociendo Belius aún más, cómo aquel amor protector que había tenido una vez por ella, se había desvanecido de él; siendo aún más cruel que aquel con quien  había convivido hace muchos años. 


—La Belius que una vez cuide se ha ido, veo a una joven agresiva y airada con la vida. 


Se cansaba Belius de oír como él llevaba la delantera, al causar terror en su espíritu frágil. —Mi padre te acogió hasta el punto de ser parte de la familia, él confío en ti y yo creía igual que él, hasta que la noche nos dejó ver como eras un monstruoso lobo. 


—No voy a oír el reclamo de una mujercita que podría ser mi hija, hasta ahora ella no conoce que es  vivir en el mundo y pelear con él. —respondía a su afrenta, mientras caminaba de un lado cómo muestra de su ansiedad. 


—Soy  ya bastante madura, y he conocido mucho de cómo el mundo se rige con engaños, diecinueve años me han sido suficientes para poder ver que es luz, y que es sombras. 


— Jaél no perdona  que tu padre  le haya traicionado, queriendo dañar el buen nombre de su madre; se que tu sabes de lo que hablo tu discurso de joven soñadora no te servirá de nada. —respondía altivo de voz, porque la niña ahora era una mujercita difícil. 


—Se que son todos los Vernúgem, no soy ingenua. 


—¡Así, y qué son! —exclamaba Gabriel. 


—Un lujo para la diversión, una qué es oscura, y luego matan al inocente para querer ocultar su frustración de ser sometidos. 


Se mostraba Gabriel avergonzado de saber, cómo ella conocía su oficio fuera de ser un escolta, y un criminal. 


Dejándose llevar por la ira de su comentario al levantar  la mesa rústica y chocar contra la pared, sin importar qué se esparciera la comida por el suelo, inclinándose la muchacha al recoger lo poco qué podía recastar  con dolor y temor de ver cuánta fuerza podía tener, había arrojado la mesa qué entre su padre y hermano no lograban mover con facilidad. 





Sola a luz de la fogata permanecía en silencio  dejando claro en su rostro lo que nacía en su corazón, siendo de infortunio para Gabriel el estar atado a cuidarla de huir  lo que cambiaba  todo los planes de su amo, un designio qué era incorrecto y desafortunado para Gabriel, manteniendo siempre distancia él uno del otro mientras no le dejaba de observar, porqué en el fondo de su corazón sabía qué era aún su niña. 


— Se que te preguntas, cómo llegué hasta ti—le entablaba una conversación que era inútil, porqué era cómo hablar entre dos enemigos. —Tu padre fue estúpido, él pensó en huir sí lo hizo debió mirar con profundidad, y haberse marchado lejos no cerca de estos bosques, una vez tu padre conoció a Krasava una horrorosa bruja ella siguió tus pasos, sabes no quisiera haber tenido que ejecutar esta misión recordarlos es un tanto pérfido para mi.


Ignoraba Belius su funesto hablar,  levantándose del viejo sillón para subir los escalones; decisión qué  quería frenar el Vernúgem  con una orden grotesca de su voz. 


—¡Canta como lo hacías para mí! 


— Yo no cantaré para las ratas, ellas no merecen ni un canto puro o el trinar de un pájaro. 


— Siempre vi lo que serías una joven arrogante, y difícil de soportar, sabes he sido una bestia bendecida pues el hambre no ha rodeado mi morada, no suelo tentarme por comer  migajas de los cerdos. —le dejaba claro cada paso seguido, hiriendo su corazón aún más de lo que  sufría.


— Vete por favor no me tortures más. 


Exigía Belius subiendo a lo recóndito de su alcoba, para refugiarse aunque qué fuera en lo que conocía cómo su aposento, deseando al imaginar que soñaba y era su temor producto de una mordaz pesadilla, despertando al día siguiente con la decepción de ser una realidad que atormentaba su existir.

Al recordar los pasos de vigilia  en el transcurso de la noche qué aceleraban su corazón, pues era el respirar del Vernugem  una  mañana de frío funesto. 


Saliendo de su casa consciente de que no huiría al actuar con sabiduría, desahogando su enojo al recoger la cosecha de su terruño 

— ¿Por qué te empeñas en sufrir? —se dirigía a ella al salir de la niebla, pudiendo así recordar Belius a la luz lo lúgubre que era. 


Al volver a divisar la vanidad siniestra de sus ropas, siendo un momento incómodo para los dos al notar como ya no era una niña,  teniendo tanto él como ella otro grado de madurez. 


— Tu eras una niña perfecta estarías casada con el joven más brillante de todos, vestirías como una diosa adornada con oro, los telones podía ver abrirse dando el anuncio de tu voz, pero tu padre sólo desperdició  todo lo que mi señor les ofreció.


—No interesa esa clase de vida, solo deseo que aquel Vernúgem que una vez ame con todo mi corazón, se desvanezca de mi presencia. 


—Una vez te abrace por qué llorabas desconsolada,  al burlarse de ti un niño guapo. —se estremecía Belius al notar  cómo al ser ya una joven madura, su piel se erizaba de sólo imaginar que otra vez volvía a sentir el abrigo de sus brazos. —Él te gritaba que tu dentadura era como la de una yegua, si el te volviera a ver solo desearía besar tus labios, hasta robar toda la dulzura que hay en ellos. —no dudaba Gabriel en dejar fluir, como pensaba cuánta hermosura le rodeaba ahora que era una mujercita, solo respondiendo Belius con un sollozar en sus ojos. 


Qué le obligaba a correr hasta su casa para alejarse de él, porque le causaba un fuerte temor como su fragancia y su voz, causaban otras emociones en ella. 


 Llegando el crepúsculo una vez más, uno qué era parecido cómo la noche qué había visto a su Gabriel actuar cómo un despiadado lobo; noche que no olvidaba y esa no sería diferente, porqué al fin podía escuchar la voz de su familia al regresar pero a la vez quería qué se marcharán, y no tuvieran qué pasar por ésta horrible tragedia. 


El fuerte discutir de Aidan con su padre se escuchaba con facilidad no permitiendo a Belius explicar  lo sucedido, al salir a toda prisa para ponerles sobre aviso. — Padre, madre, debo hablar con ustedes— Trataba la chica de advertir, atisbando a Gabriel el cual ya les vigilaba a la espera de hacerse presente.


— ¿Cómo pudiste tomar esa decisión precipitada? 


Observaba a su hijo Jeremía  sin saber que hacer, porqué se marcharía lejos a trabajar. — No quiero que estés a esa distancia  de tu hogar, lo entiendes, crece y espera sabremos tu madre y yo cómo sacaremos está familia del lodo.


–¡Cómo tú y mamá se van un largo tiempo, y al regresar suelen sufrir por lo mismo! papá, mamá no soy estúpido, lo recuerdo todo y de porque huimos de la riqueza y el buen lujo, no soy un tonto al que puedan engañar.


— ¿Y qué piensas de mí decisión hijo mío?

 

— Que fue la correcta, pero debemos huir lejos de aquí, y olvidarnos que algún día ellos existieron por eso buscaré en los campos de Tranang, seguridad para todos.


—Hijo oye la voz de la experiencia de tu padre, prometemos salir de esto; igual esa tierras ya no son de gran producción, Tranang está abandonado por su amo, murió la fama de dichas tierras con el corcel.—se dirigía su madre a él, haciendo un juramento qué hacía a Belius soltar su llanto.


—¡Pueden oírme y dejar atrás sus contiendas! 


— Si es justo dejen que la joven exprese cuánto miedo siente, o emoción pues volvió a ver a su preciado escolta. — salía Gabriel de las sombras, con palabras mordaces que causaban gran temor en la familia. __ Jeremia  ¿No habrá saludo para tu viejo amigo? — preguntaba al hombre que no trataba de asimilar lo que sucedía.


— No, no lo habrá.—respondía Aidan recordándolo, con solo oír su voz.


—Qué grande y fuerte  te has convertido si Jael te viera se lo que diría; serias mi competencia en unos años entonces yo quedaría en la historia.


—¡Qué diría!


—Que un famoso escolta serás, todos hablarían del joven de cabellos largos y claros.


—O hablarían del que quitó las vidas  de los verdugos de un reinó, jamás me sometería al proxeneta que viste como príncipe, y confunde las mentes.


— Veo qué estás enterado de todo. —mostraba ironía en su voz. —Al  menos  das tu opinión, porque todos prefieren dormir y creer lo que se les dice,  hablas por  tú madre y padre se ven tan sorprendidos que no saben cómo saludarme, tu padre a olvidado fácilmente las noches  en las más grandes tabernas en las que solías beber el mejor vino, aún recuerdo como burlaba al leal marido que se negaba a pecar con las reinas de la fortuna. —con sarcasmo reía al ver el miedo en sus rostros, siendo su voz como un mal sueño. —¿Tú me recuerdas o solo finges?


—Claro que te recuerdo, un aterrador escolta que hacía que mis sueños fueran pesados y oscuros. —respondía el joven astuto de hablar.


— No era así tu me amabas porque pensabas que era tu hermano mayor, tenías tres años y yo veintisiete tu padre me amaba como un hijo, y tu madre también. 


—Y lo volvería a reiterar si tu corazón cambiará de pensar, nos compadecemos de escuchar la historia del muchacho que no tenía padre o madre; el no le agradaba llamar a Jaél padre él prefería que mi esposo lo fuera y yo su madre.— Sorprendía a  Gabriel las palabras de Virginia, escuchando en total silencio —A la mesa te sentabas con nosotros y yo podía ver esa felicidad, de sentirte parte de nosotros. 


—Solía cantar Belius sus canciones de niña soñadora, solo que ha cambiado mucho, la desconozco.—se refería a Belius el Vernúgem, notando como mostraba debilidad ante ellos. 


—Eres ya tan maduro han pasado diez años, pero sigues siendo el apuesto varón de dulce hablar —le hablaba Virginia con serenidad y poco temor en su voz, luchando ella por ganar el nublado corazón de Gabriel —Ven entra prepararé para ti un rico postre, cual solías amar. 


—¡Qué has hecho a mi hermana!—reclamaba Aidan, al notar el abatimiento en él rostro de su hermana. 


— Virginia no he causada nada de mal en tu hija le aprecio como una hermana débil, crees que si busco a una joven para complacer mis deseos sería una burda aquella que su piel es arruinada por el trabajo, yo elijo una que su perfume sea como las rosas y finura como los diamantes; no la servidora de los cerdos.—se expresaba Gabriel sin sentimientos, al estar bajo la adicción de la medicina de Belial. 


— Un bastardo uno que no es amado por nadie, y jamás lo será, es por eso que lastima porque es su único consuelo. -- dejaba Jeremia fluir todo lo que sentía. 


— ¡Acaso es necesario amar! Mostrar amor es señal de debilidad, el amor ha calmado el hambre de años ¡Cierto!—se mostraba insoportable de hablar, porqué eran sus palabras la muestra de su caótico corazón. —Sobras de tus amos o los cerdos es lo que recibes, ¡O acaso intercambias por tu hija en las más bajas calles de Londres! —inquirió Gabriel, con la intención de sublevar su corazón, respondiendo Virginia su denuesto con un fuerte golpe de su mano. 


— No son sobras de los que dicen tener riqueza, y tampoco es el fruto de torturar jovencitas y niños, yo no serviría a la maldad lo que los dueños de este mundo sí suelen hacer. 


Se mostraba Gabriel sumido a la mujer, posando sus ojos en el pequeño qué con el caminar de un ser que apenas empezaba a conocer el mundo, se acercaba a él el bebé de rostro risueño, y confianzudo, inclinándose Gabriel le tomaba en sus brazos. Al mostrar debilidad por él. 


— Y este es aquel hermoso nuevo integrante, tu futuro es grande, ¿Dime cómo te llamas?  


 Con palabras poco claras  al gaguear, le expresaba un saludo amable tocando con sus manos pequeñas  e indefensas su capucha negra, de telas costosos porque le llamaba su atención su disfraz tenebroso.


Levantándose con el pequeño en sus brazos el cual le observaba en silencio,  acariciando  su cabello de oscuros rizos  en señal de que agradaba a sus ojos. — Mis ojos  ven a un hombre que no le desagrada a un niño, dejas que el juegue con tus dedos como lo hace un padre. -- sorprendía Jeremía con sus palabras  a Gabriel, captando su simpatía  por el alegre niño.


— No  conozco ese sentimiento  de ser un padre, el solo es engañado, tal vez piensa que soy un ser de poder  capaz de conceder todo capricho.


— Te gustan los niños tal vez sea  por el hecho de no haber sido padre, sabes dicen que un niño de esa edad  es contado como un legítimo niño de Dios, porque aún no conoce maldad  y la maquinación de ella no hay en su corazón.


Se  expresaba Virginia con un rostro risueño, siendo sus palabras más claras que el día. 


—!Créeme  que aún no comprendo lo que dices, hablándome del hijo de Dios! —exclamaba con sarcasmo. —Si el a sido tan alejado de ustedes  como yo, sabes tus palabras harán que tu sufrimiento sea aún más de lo que se había planeado, no hay peor traición que un desertor  cruce los senderos del hijo pero seré benévolo, prometo no comentarlo con Jaél para que el no actúe con él fuego en tu contra.


—No soy una de ellos pero créeme que cuanto hubiera deseado ser  una  niña  de Dios, que una servidora de un hijo del lucero. Aunque he oído decir que un niño de Dios te conviertes  cuando confiesas al hijo con tu boca. 


Expresaba virginia con devoción y sabiduría, qué era lo qué anhelaba su desgastado corazón. 


—Virginia  tu boca te condena, debías convencerme para no empeorar  la situación.—abismado el Vernúgem observaba el carácter sosegado de Virginia, aún cuándo sólo quería amenazar — Traicionar es merecedor del peor castigó, algo doloroso que recuerde todo los días de su vida, aún no se que se trae Jaél entre manos.


Mostraba un poco de debilidad Gabriel, al ver cómo Virginia era capaz de confundir su mente. — No irás en su busca. —expresaba Virginia, en su decisión de cambiar la mentalidad del Vernugem.


— ¿Que te hace pensar que no los entregaré?—pasaba el niño en sus manos. 


— Porque creo que aún hay esperanza. --respondía al entrar —Ven entra la noche es fría. 


Observaba Jeremia la actitud del Vernúgem, que mostraba en su respirar un fuerte miedo — ¿Cómo se llama tu nuevo retoño? —preguntaba Gabriel queriendo evadir su sabiduría. 


— Tristán.


—Se llama Tristán, bello nombre. —notaba Virginia cómo su tono de voz suave se volvía siniestro, y de un comportar dominado por la demencia de su fuerte ansiedad. —Digno de calmar la sed de un ángel, será una emoción para mí preparar este dulce manjar, entonces recibiré obsequios que no sabré decir que me gustó más. Jajaja—expresaba en palabras el grado de su posesión, no transformándose virginia por el miedo qué querían ejercer sus palabras en ella; mostraban asombro Aidan y Belius en sus ojos al  observar una vez más, cómo el terror y las sombras le transformaban en un ser despreciable, y aborrecible. 


—¡Recuerdo esa actitud en ti! —exclamaba Aidan con pasmo en su semblante, posando Gabriel sus ojos sobre el niño. —Yo recuerdo tú voz, y él crujir de los sabuesos aún me atormentan en mis sueños. 


Se aferraba Aidan a los brazos de su padre mientras suplicaba a gritos qué el Vernúgem se apartara de ellos, decidiendo Jeremía entrar a su casa con su familia las puertas cerraban para él ésa noche; guardando Gabriel vigilia con el arma en su mano decidido a lastimar, llenándose de ansiedad  y todo pensamiento alejado de la luz al no soportar tenerles una vez más frente él. — Idiota como podré salir de aquí, quiero estar lejos de ellos. 




📚Gracias por su tiempo y apoyo 

Comentarios

  1. ¡Hola!
    Qué bien que añadas imágenes de los protas, así nos hacemos una idea de cómo te los imaginas.
    Sigue así.
    Besotes

    ♥ Amor y Palabras ♥

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  2. ¡Hola!¿como estas?
    Muchas gracias por la entrada, es un plus que añadas las fotos de los protas, tiene una esencia muy linda esta historia.

    Diana de Aventura En Libros <3

    Bonito domingo <3

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  3. ¡Hola!
    La verdad es que me gusta el toque religioso que tienes, es muy curioso. Estupendas las imágenes de los protas, ayuda a imaginarlos. Muchas gracias por compartir lo que escribes.
    Un besote!! ^,^!!
    ELEB 💜

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